TENER UN DIAGNÓSTICO CIERTO

La gravedad del diagnóstico de cáncer hace que se necesite estar totalmente seguros para pronunciarlo.

A menudo, se oye a personas que temen tener cáncer sobre la base de muy pocos indicios. Obviamente, viven muy mal por ello. En muchos casos, el miedo está totalmente justificado ya que la sospecha se transforma luego en certidumbre. Pero en otros tantos, esto no es verdad y, después de momentos de ansia más o menos largos y pruebas más o menos complejas, los pacientes salen de ellos tranquilizados ya que las evidencias que habían generado sospechas se debían a condiciones no malignas. Esta situación bastante frecuente define la fase de la «sospecha diagnóstica».

Es una fase muy delicada en la que el paciente sigue siendo «sospechoso» (no sabe si «lo es o no lo es») y es en la que el médico puede cometer los errores más graves. Tranquilizar a un paciente que se queja de trastornos para descubrir luego, unos meses más tarde, que dichos trastornos se debían a un tumor puede significar llegar tarde al diagnóstico. Por otra parte, hablar de cáncer cuando aún no se está seguros produce un efecto muy fuerte en cualquiera, incluso solo bajo el perfil psicológico.

Por tanto, es muy importante distinguir cuándo es necesario profundizar el diagnóstico con otras pruebas y cuándo es justo, por el contrario, tranquilizar.

¿Cómo se pueden distinguir las dos condiciones durante la fase de la sospecha diagnóstica?

En medicina, el médico se basa en cuatro dimensiones para formular un diagnóstico:

  • lo que dice el paciente;
  • lo que el médico detecta visitándolo;
  • lo que refieren los análisis de sangre;
  • y lo que muestran las pruebas instrumentales de imagen (radiológicas/endoscópicas).

En oncología, existe una quinta dimensión a la que hay que remitirse casi siempre ya que da la certidumbre del diagnóstico: la biopsia (consulte las definiciones). Esta permite analizar a microscopio la enfermedad y deducir si hay cáncer o no, y de qué tipo es.

No siempre son necesarias las cinco dimensiones. En muchos casos, tanto la presencia de síntomas como encontrar anomalías durante el examen médico (ganglios linfáticos inflamados, nódulos, manchas, entre otros), como alteraciones de los análisis de sangre o las pruebas radiológicas pueden y deben ignorarse completamente ya que no constituyen ningún peligro para el paciente. En otros casos, es necesario recurrir a otras muchas pruebas y realizar la biopsia para resolver las dudas.

¿Qué marca la diferencia entre los dos casos (tranquilizar o profundizar)? La calidad, la entidad, la duración y la evolución del trastorno y de la anomalía. Efectivamente, cada una de las cuatro «dimensiones» del diagnóstico que se acaban de describir pueden generar un cierto «ruido de fondo», es decir, pequeñas desviaciones de los límites de la norma que pueden producirse incluso en caso de normalidad total del organismo, FIGURA 1.

Fig.1 ruido de fondo – señal: distinguir lo que es preocupante de lo que no Fig. 1 Cualquiera de nuestros trastornos o síntomas puede representar pequeñas variaciones con respecto a la normalidad, pero esto no significa que sean peligrosos. Un poco de lumbago, el cansancio o una torticolis no tienen que hacer pensar inmediatamente en el cáncer. Solo hay que preocuparse cuando una de estas condiciones adquiere proporciones diferentes de «lo normal». Es el caso, por ejemplo, de un dolor de espalda que no acaba de pasar y empeora cada vez más en unas semanas, o problemas fuera de no normal como sangrados que no son la menstruación o sangre por la nariz. Estas condiciones representan auténticas señales que no han de descuidarse, sino que hay que investigar con pruebas apropiadas.

Tener algún ganglio linfático inflamado, algún nódulo subcutáneo o alguna mancha en la piel no significa por sí solo nada. Lo mismo se puede decir de «un poco más de cansancio» o «un poco de dolor de cabeza» que se padece desde hace años. Y aún, el descubrimiento de «micronódulos» en una radiografía del pulmón no significa absolutamente cáncer de pulmón: es un hallazgo muy común durante la exploración radiológica del tórax.

Únicamente hay que preocuparse cuando cada uno de estos testigos de posibles enfermedades asume una entidad, una duración y una evolución especial.

Un nódulo en el pecho que antes no se había advertido, duro e irregular precisa atención. Es una señal neta, ya no es un ruido de fondo, como por ejemplo un nódulo blando presente desde hace años, siempre igual. Además, en el caso se los síntomas, hay algunos de ellos que no se pueden ignorar y han de generar preocupación sea cual sea la duración y la evolución (EXISTEN SÍNTOMAS MUY PREOCUPANTES). Hemorragias o pérdidas de sangre por el tubo digestivo o por el aparato urogenital precisan siempre y de todas formas atención. Puede muy bien tratarse de simples hemorroides, pólipos uterinos o cistitis, pero las hemorragias representan, con todo, una señal muy precisa, no un trastorno genérico que se puede desatender.

Por fin, existen condiciones en las que las cuatro dimensiones del diagnóstico dan señales importantes y convergentes, hasta tal punto que no hay que perder más tiempo realizando una biopsia que confirme algo «seguro». Estos casos son bastante raros, pero evitar la biopsia puede ser la elección más apropiada para personas mayores o con riesgo durante la fase avanzada de la enfermedad.

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